May 04, 2009


El verdadero final de la Bella Durmiente


El viernes por la mañana, como aquí no hay romerías y tampoco están las tiendas abiertas, aproveché para leerme una de las revistas de El País Semanal que se apilan en un rincón de la habitación, porque los periódicos sí que los tiro con cierta frecuencia, pero las revistas me las guardo hasta que las leo.

Retrocedí de esta manera hasta el 4 de enero de 2009 y me puse a leer la entrevista que le hacían a Ana María Matute, donde hablaba de su vida, de literatura, de sus libros, de sus cosas... y de hadas, gnomos y demás criaturas de la hierba.

Al hablar de las hadas decía...
...la gente asocia a la palabra hada la capucha, la varita... Ésas no existen. Un hada, para empezar, es de sexo indeterminado. Puede ser una criatura no precisamente guapa. O puede ser bellísima. Y hay de muchas formas y tamaños. Hay personas a las que ves por la calle y te das cuenta. Ésta es un hada. Disimulan, pero tú te das cuenta. Siempre tienen algo...

Cuando acabé de leer la revista, lo primero que hice fue rebuscar entre la maraña de libros que se apilan en otro rincón de la habitación el único que tengo escrito por doña Ana María, El verdadero final de la Bella Durmiente.

El verdadero final de la Bella Durmiente nos cuenta qué pasó con el Príncipe Azul y la Bella Durmiente una vez se hubieron casado y después de haber dado buena cuenta de las famosas perdices. ¿Dónde fueron de viaje de novios? ¿Tardó mucho Bella en quedarse embarazada? ¿Se llevaba bien con su suegra? ¿Por qué era vegetariana la Reina Madre? ¿Qué se oculta en una buhardilla deshabitada pero cuya chimenea humea en invierno? ¿De qué murió Zaganniel? ¿Quienes eran Rago, Erina, Silo y Mía? ¿Y Abundio y Floresta?

Para encontrar respuestas a todas estas preguntas lo mejor es leerse el libro. No deja de ser un cuento, breve, original, divertido y con mucho sentido del humor.
La pequeña Aurora crecía tan bonita como su madre y tan simpática como su padre. cuando cumplía apenas un año, la Bella Durmiente quedó nuevamente embarazada. No era extraño, puesto que los Príncipes, aparte de la caza, los juegos y las comidas, no tenían mejor cosa que hacer que amarse, y no era poco.

Hablando de todo un poco, ¿alguien sabe qué pasó con Caperucita cuando volvía para su casa después de haberle entregado la cestita con frutita a la abuelita?

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Quizá haya algún tesoro / muy dentro de mi entraña. / ¡Quién sabe si yo tengo / diamante en mi montaña / o tan sólo un pequeño pedazo de carbón! / Los árboles del bosque de mi isla / sois vosotros, mis versos.

Salen los niños alegres / de la escuela, / poniendo en el aire tibio / de abril canciones tiernas. / ¡Qué alegría tiene el hondo / silencio de la calleja! / Un silencio hecho pedazos / por risas de plata nueva.


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