March 04, 2010


El rumor del oleaje, de Yukio Mishima


Así empieza.
La isla de Utajima sólo tiene unos mil cuatrocientos habitantes, y el perímetro de su costa no llega a los cinco kilómetros.
A pesar de que la historia es preciosa, mi primer contacto con la literatura japonesa de altura me ha dejado un poco frío. Y creo que en buena parte se debe al desconocimiento tanto cultural como geográfico e incluso antropomórfico de lo nipón.

Cuando leo una novela de Paul Auster, por ejemplo, aunque nunca he estado en Brooklyn, no me cuesta nada imaginarme las calles y los edificios, al Sr White le pongo cara desde la segunda línea, y los rasgos de Sophie Fanshawe me resultan comunes, puede que hasta familiares.

Pero los japoneses... Shinji (18, ojos azules, piel tostada) me es idéntico al viejo Terukichi Miyata (cabello blanco, cascarrabias) y muy similar a Yasuo Kawamoto (19, grueso, tez rojiza, bebedor); Hatsue, Hiroshi, Chiyoko, Sachan, Katchan, Jukichi, Ryuji, Yashiro, chicos, chicas, padres, madres, fareros... hasta la abuela Oharu, para mi todos iguales.


Shinji, pescador de familia humilde se enamora de Hatsue, una auténtica belleza y de familia pudiente; es hija del tío Teru Miyata, propietario de dos cargueros. A ella tampoco le desagrada el muchacho pero todo parece apuntar a que el favorito del padre a la hora de elegir marido no es otro que Yasuo. Chiyoko, la hija del farero de la isla, está en Tokio estudiando y pensando en Shinji, y cuando vuelve a Utajima a pasar unos días se lleva una desilusión grande.

A partir de ahí se suceden las complicaciones, los encuentros a escondidas de los padres, las cartas, una travesía en barco, fotos, picaduras de avispa, desplantes familiares... Hasta que un día de la manga de un kimono aparece como por arte de magia una concha rosada.
  —¿Recuerdas esto?
  —Sí, lo recuerdo.
Todo muy bonito.

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March 03, 2010


Un perro con suerte


Si las primeras fotos del terremoto en Chile eran sobrecogedoras, las de hoy, a pesar del tiempo transcurrido y de la cantidad de información recibida, siguen siendo igual, o más duras.

Un perro con suerte

Nos salva que hasta en las mayores desgracias se puede encontrar un poco de esperanza.

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March 01, 2010


Pinículas sanas 2010


Lo más divertido de los lunes son las reuniones de tutores. Además es un fijo en la programación, porque aun habiendo días en los que no tenemos nada que comentar, no nos hemos perdido una en los casi seis meses que llevamos de curso.

En todos los institutos el maestro de ceremonias tutoriales suele ser el orientador u orientadora. En nuestro caso es ella el alma de la fiesta. Para que os hagáis una idea de por dónde van los tiros sólo diré, a modo de presentación, que yo tengo un alumno que se llama Radek al que ella siempre se refiere como Rudolph, a lo que yo mentalmente añado «the reindeer». Y sonrío interiormente.

A lo que iba. El meollo de la reunión, la enjundia, lo importante, el medio audiovisual. La semana pasada, por lo que se ve, llegaron al instituto las películas del programa Cine y Salud, acompañadas como siempre de sus respectivos materiales para trabajar en la hora de tutoría. Hoy, tal como íbamos entrando por la puerta la orientadora nos repartía las carpetas. Carpetas que según nos ha dicho en cuanto las hemos abierto nos iban a servir de poco puesto que había habido un gran error.

A principio de curso acordamos entre todos que nos mandaran los materiales correspondientes a Ratatui y a El puente de Taravilla. De El puente de Taravilla nos ha llegado la documentación en perfecto estado, pero como nosotros somos de natural impacientes y la pusimos en clase antes de acabar la primera evaluación, ahora no hace falta ni que saquemos los papeles del sobre. Y de Ratatui se lo debieron de entender mal, porque nos han enviado las fichas didácticas de Chabi y la fábrica de chocolate, que no sé yo estos de la salud en qué deben de estar pensando. Dadme los sobres de Chabi y la fábrica de chocolate y ya los guardo yo para otro año— nos ha dicho la orientadora. Y hemos obedecido.

Está la cosa como para darle un mapa y una brújula, soltarla en medio del bosque y que nos guíe.

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Quizá haya algún tesoro / muy dentro de mi entraña. / ¡Quién sabe si yo tengo / diamante en mi montaña / o tan sólo un pequeño pedazo de carbón! / Los árboles del bosque de mi isla / sois vosotros, mis versos.

Salen los niños alegres / de la escuela, / poniendo en el aire tibio / de abril canciones tiernas. / ¡Qué alegría tiene el hondo / silencio de la calleja! / Un silencio hecho pedazos / por risas de plata nueva.


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