April 19, 2009
Boris Godunov de la Fura
No sé qué decir, y ya han pasado dos días. Que me gustó, sí.
La única duda que me queda después de haber visto el Boris Godunov de la Fura dels Baus es si alguien desconectado de la realidad, alguien que no supiera, aunque fuera vagamente, el argumento de la obra, alguien que no se acordara de lo que pasó en el teatro Dubrovka hace unos años, habría pasado verdadero miedo en algún momento de la representación. Miedo, no sustos, que sustos nos llevamos todos. Y estoy por creer que sí.
Sabiendo de qué va la historia no, porque ya no te pilla de sorpresa, pero sí que consiguen que te pongas en algún momento en la piel del espectador que es secuestrado, que sientas la angustia que debieron sentir en aquellos tres días de cautiverio, la desesperación de no poder hacer nada, la tristeza al pensar que probablemente no vayas a salir del teatro con vida.
Y esto lo consiguen al gran trabajo de los actores y a una magnífica escenografía. Los caracteres de los secuestradores están perfectamente definidos, y todo el teatro (patio de butacas, palcos, pasillos, camerinos, hall, almacenes e incluso el exterior del edificio) se convierte en escenario de la trágica representación.
De todas las veces que he ido al Principal, y últimamente han sido bastantes, nunca habían durado tanto los aplausos.
Teatro, Fura, Boris Godunov
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La única duda que me queda después de haber visto el Boris Godunov de la Fura dels Baus es si alguien desconectado de la realidad, alguien que no supiera, aunque fuera vagamente, el argumento de la obra, alguien que no se acordara de lo que pasó en el teatro Dubrovka hace unos años, habría pasado verdadero miedo en algún momento de la representación. Miedo, no sustos, que sustos nos llevamos todos. Y estoy por creer que sí.
Sabiendo de qué va la historia no, porque ya no te pilla de sorpresa, pero sí que consiguen que te pongas en algún momento en la piel del espectador que es secuestrado, que sientas la angustia que debieron sentir en aquellos tres días de cautiverio, la desesperación de no poder hacer nada, la tristeza al pensar que probablemente no vayas a salir del teatro con vida.
Y esto lo consiguen al gran trabajo de los actores y a una magnífica escenografía. Los caracteres de los secuestradores están perfectamente definidos, y todo el teatro (patio de butacas, palcos, pasillos, camerinos, hall, almacenes e incluso el exterior del edificio) se convierte en escenario de la trágica representación.
De todas las veces que he ido al Principal, y últimamente han sido bastantes, nunca habían durado tanto los aplausos.
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Quizá haya algún tesoro / muy dentro de mi entraña. / ¡Quién sabe si yo tengo / diamante en mi montaña / o tan sólo un pequeño pedazo de carbón! / Los árboles del bosque de mi isla / sois vosotros, mis versos.
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