January 10, 2009
La fierecilla domada
¿Y qué es mejor? ¿La obra de teatro o la película?
Mi relación con «la fiera» comienza una fría mañana de invierno del año de gracia de 1995, en un aula del Edificio Interfacultades, sexta planta. Allí, el profesor de Introducción a la Literatura Inglesa y Norteamericana I, don Celestino Deleyto Alcalá proyecta en clase una película en blanco y negro y en versión original, sin ningún tipo de subtítulo. Por lo que nos cuenta, la cinta es una obra maestra, una screwball comedy y en español se titula La fiera de mi niña.
Sobra decir que en aquel tiempo me seducían tanto los cásicos cinematográficos como lo hace ahora la literatura eslava de entreguerras, y que mi ahora sí afinado oído, por aquel entonces aún no era capaz de distinguir los más básicos fonemas ingleses, así que como para poder seguir una película. Lo único que saqué en claro es que había una fiera en el título.
Y pasó el tiempo y de la fiera nunca más se supo, hasta que un día, leyendo alguna cosa sobre Shakespeare, me enteré que en una de sus obras también había una fiera en el título, fierecilla más bien, y dije: «Mira, como la película aquella...»
Y ayer la fui a ver. Estaba La fierecilla domada en el Principal, y no me podía perder tan magno acontecimiento.
Sly es un pobre borracho al que un rico noble gasta una broma haciéndole creer que el rico noble es él. Unos cómicos que pasaban por allí le ayudarán a llevar a cabo la farsa. Un padre tiene dos hijas, Blanca, la pequeña, con un montón de pretendientes y Catalina, la mayor, que como es una fiera maleducada, ruda, desagradable, malhablada... pues no hay forma de casarla. Y el padre lo tiene muy claro, o primero casa a la hija mayor o no se casa la pequeña, y los pretendientes también lo tienen muy claro, o encuentran a alguien que se case con Catalina o ya se pueden ir olvidando de Blanca.
Y ahí es donde aparece Petrucho, que él sí que está hecho un fiera, y al final... el final es secreto.
Los actores bien, gracias. Un poco mediáticas ellas para mi gusto, pero Alexandra Jiménez (la de Los Serrano) muy bien, y Carla Hidalgo pues bueno... Y en los chicos José Manuel Seda muy bien también, sobre todo haciendo de domador, es que a mí los borrachos me resultan poco creíbles; y el que cada vez que salía a escena me dejaba boquiabierto era Pedro G. De Las Heras, qué voz, qué presencia, qué intención en el gesto, magnífico de cazador, de Gremio, de viuda y de Vincencio.
Esta vez no hay frase, hay escena.
Ah, y mucho mejor la obra de teatro, casi dos horas nos tuvieron encerrados y ni nos enteramos.
Teatro, Shakespeare, Fierecilla domada
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Mi relación con «la fiera» comienza una fría mañana de invierno del año de gracia de 1995, en un aula del Edificio Interfacultades, sexta planta. Allí, el profesor de Introducción a la Literatura Inglesa y Norteamericana I, don Celestino Deleyto Alcalá proyecta en clase una película en blanco y negro y en versión original, sin ningún tipo de subtítulo. Por lo que nos cuenta, la cinta es una obra maestra, una screwball comedy y en español se titula La fiera de mi niña.
Sobra decir que en aquel tiempo me seducían tanto los cásicos cinematográficos como lo hace ahora la literatura eslava de entreguerras, y que mi ahora sí afinado oído, por aquel entonces aún no era capaz de distinguir los más básicos fonemas ingleses, así que como para poder seguir una película. Lo único que saqué en claro es que había una fiera en el título.
Y pasó el tiempo y de la fiera nunca más se supo, hasta que un día, leyendo alguna cosa sobre Shakespeare, me enteré que en una de sus obras también había una fiera en el título, fierecilla más bien, y dije: «Mira, como la película aquella...»
Y ayer la fui a ver. Estaba La fierecilla domada en el Principal, y no me podía perder tan magno acontecimiento.
Sly es un pobre borracho al que un rico noble gasta una broma haciéndole creer que el rico noble es él. Unos cómicos que pasaban por allí le ayudarán a llevar a cabo la farsa. Un padre tiene dos hijas, Blanca, la pequeña, con un montón de pretendientes y Catalina, la mayor, que como es una fiera maleducada, ruda, desagradable, malhablada... pues no hay forma de casarla. Y el padre lo tiene muy claro, o primero casa a la hija mayor o no se casa la pequeña, y los pretendientes también lo tienen muy claro, o encuentran a alguien que se case con Catalina o ya se pueden ir olvidando de Blanca.
Y ahí es donde aparece Petrucho, que él sí que está hecho un fiera, y al final... el final es secreto.
Los actores bien, gracias. Un poco mediáticas ellas para mi gusto, pero Alexandra Jiménez (la de Los Serrano) muy bien, y Carla Hidalgo pues bueno... Y en los chicos José Manuel Seda muy bien también, sobre todo haciendo de domador, es que a mí los borrachos me resultan poco creíbles; y el que cada vez que salía a escena me dejaba boquiabierto era Pedro G. De Las Heras, qué voz, qué presencia, qué intención en el gesto, magnífico de cazador, de Gremio, de viuda y de Vincencio.
Esta vez no hay frase, hay escena.
Ah, y mucho mejor la obra de teatro, casi dos horas nos tuvieron encerrados y ni nos enteramos.
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Teatro, Shakespeare, Fierecilla domada
Quizá haya algún tesoro / muy dentro de mi entraña. / ¡Quién sabe si yo tengo / diamante en mi montaña / o tan sólo un pequeño pedazo de carbón! / Los árboles del bosque de mi isla / sois vosotros, mis versos.
Salen los niños alegres / de la escuela, / poniendo en el aire tibio / de abril canciones tiernas. / ¡Qué alegría tiene el hondo / silencio de la calleja! / Un silencio hecho pedazos / por risas de plata nueva.