March 16, 2009
Un dios salvaje
Ni me acordaba de que tenía la butaca 20 de la fila 14, un poco lejos para mi gusto, reservada. Algo me quería sonar de tener que ir al teatro, pero pensaba que era para el viernes. No, era el jueves.
El elenco de artistas era de lujo: Aitana Sánchez-Gijón, Maribel Verdú, Pere Ponce y Antonio Molero. Y la autora Yasmina Reza, casi nada también. Pero...
Ya estamos con los peros. No me gustó nada. Un dios salvaje cuenta la historia de dos parejas de padres cuyo hijo de una de ellas le ha partido los dientes, jugando se entiende, al hijo de la otra pareja. Así que Aitana y Antonio invitan a Maribel y Pere a su casa para tratar de encontrar una solución, llegar a un acuerdo, recibir una disculpa, algo. Al principio se imponen las buenas formas, «sí, sí, tenéis razón», «¿pero vuestro hijo se arrepiente? ¿es consciente de lo que ha hecho?», para poco a poco ir tensándose la situación, pasar a los gritos, seguir con los reproches, continuar con los berridos y casi acabar igual que los niños.
Quizá si hubiera ido a verla el viernes como me pedía el subconsciente, me habría gustado más, la gente se reía de casi todo, aunque a mí no me hacía gracia nada. No debía de ser un jueves para teatros.
También puede ser que después de haber visto Arte, aquello sí que fue una maravilla, resulte difícil superar el nivel, incluso para la autora. O que igual el teatro del famoseo no es lo mío y a partir de ahora me he de dedicar a ver montajes más modestos y de compañías menos conocidas o incluso amateurs.
Teatro
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El elenco de artistas era de lujo: Aitana Sánchez-Gijón, Maribel Verdú, Pere Ponce y Antonio Molero. Y la autora Yasmina Reza, casi nada también. Pero...
Ya estamos con los peros. No me gustó nada. Un dios salvaje cuenta la historia de dos parejas de padres cuyo hijo de una de ellas le ha partido los dientes, jugando se entiende, al hijo de la otra pareja. Así que Aitana y Antonio invitan a Maribel y Pere a su casa para tratar de encontrar una solución, llegar a un acuerdo, recibir una disculpa, algo. Al principio se imponen las buenas formas, «sí, sí, tenéis razón», «¿pero vuestro hijo se arrepiente? ¿es consciente de lo que ha hecho?», para poco a poco ir tensándose la situación, pasar a los gritos, seguir con los reproches, continuar con los berridos y casi acabar igual que los niños.
Quizá si hubiera ido a verla el viernes como me pedía el subconsciente, me habría gustado más, la gente se reía de casi todo, aunque a mí no me hacía gracia nada. No debía de ser un jueves para teatros.
También puede ser que después de haber visto Arte, aquello sí que fue una maravilla, resulte difícil superar el nivel, incluso para la autora. O que igual el teatro del famoseo no es lo mío y a partir de ahora me he de dedicar a ver montajes más modestos y de compañías menos conocidas o incluso amateurs.
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