Hoy en día, con las nuevas tecnologías, se abre ante nosotros un amplio abanico de posibilidades cinematográficas. Cada vez va menos gente al cine y se imponen formas alternativas para ver una película. Veamos unos ejemplos:

Posibilidad número 1. Consiste en mirar la cartelera todas las semanas, elegir con cuidado la película apetecida, acercarse al cine, comprar una entrada, entrar en la sala de proyección, acomodarse en la butaca, y disfrutar de la cinta. Que es lo que yo no hice.

Posibilidad número 2. Se coge un sábado de esos que no sabes que hacer y te vas a la Fnac, regiras un poco por las estanterías, eliges con cuidado la película apetecida, compruebas que el precio no exceda de los 15,00€, pagas y a disfrutar. Que es lo que yo hice.

Posibilidad número 3. Después de mucho investigar descubres que en los cines ya no pasan la película apetecida que has elegido cuidadosamente, en tu zona de residencia no hay ninguna Fnac cerca, en el videoclub no saben de qué película les hablas, estás a punto de tirar la toalla cuando de repente... Ring, ring, ring... Oye... me podías acercar un momentín la película... si no te importa... ¿vale? Que es lo que yo haría gustosamente, llevártela.

Posibilidad número 4. Abres un programa de intercambio de archivos tipo eMule, haces click aquí, esperas doce horas aproximadamente a que se descargue la película elegida cuidadosamente, preparas unas palomitas en el microondas y a disfrutar. Que es lo que vas a hacer tú.

¿Qué diferencia hay entre las cuatro opciones? Las tres primeras son legales, la cuarta ilegal (o alegal). Lo sorprendente es que ni en la opción 3 ni en la 4 pagas el producto que consumes, pero compartir físicamente no se considera delito, y compartir virtualmente sí, qué cosas.

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