May 09, 2009


Mi amigo el eslavo


Había quedado con Mar y José Carlos no sé a qué. Habíamos hecho lo que íbamos a hacer cuando dicen de llamar a Ruth. Vale venga, llamadla. Pero al sacar mi móvil para buscar su teléfono veo que me ha llamado Fer, una llamada perdida, y le devuelvo la llamada, pero no lo coge y salta el buzón de voz.

Seguimos andando por la Plaza de España, junto a la entrada del Tubo. Suena el teléfono, es Fer. Hola, hola. Que Christian le había dicho que tenía un blog y que lo había estado mirando y eso.

Entonces llega Ruth con su coche, nos hace señas para que subamos los tres, pero yo les digo que no, que estando tan cerca mejor me voy a la Fnac y ya hablaremos otro día. Ruth se enfada bastante y arranca sin cerrar las puertas ni el maletero, y lo más sorprendente es que conduce sentada desde el asiento trasero del vehículo.

Arrancan y se me acerca un fulano a pedirme un cigarro. Cuando llegan al primer semáforo que está en rojo quedan en paralelo con un autobús urbano del que empieza a bajr una enorme cantidad de gente que les cierra las puertas del coche y el maletero. Yo sigo andando en dirección a la Fnac, con el móvil en una mano, mirando de reojo la escena del coche y acompañado de mi nuevo amigo, el que me ha pedido un cigarro.

Antes de entrar en la Fnac vamos a echar una primitiva. La administración de lotería está al final de un pasaje que está en obras, las paredes están muy blancas y parecen de escayola. Mi colega sella su lotería y a la que me acerco a la ventanilla empieza a entrar gente que se me cuela sin ningún reparo. Es gente muy variopinta y yo no protesto ante su actitud de no guardar el turno. No tengo prisa. Parece que lo tienen planeado, alguien me da conversación y el resto aprovecha para colarse. Todo son mujeres.

Justo entonces me fijo en la mano de mi nuevo amigo, un hombre alto, fuerte y corpulento que parece llevar un tatuaje y escarificaciones en la mano. Me fijo mejor. No, tiene la mano demasiado grande y plana, como chafada, y no tiene ningún dedo entero. Y el tatuaje está escrito al revés, parece que pone «Guarde silencio» y unas letras en rojo como de una marca comercial. Las escarificaciones son en realidad como si le hubiera atropellado la mano un camión y llevara el dibujo de las ruedas impreso en la carne. Este tío debía de trabajar en una naviera de Ucrania, se le cayó una chapa encima de la mano y se la dejó así, plana como una raqueta, deduzco. Lo grave es que no he notado nada cuando nos hemos dado la mano.

Me despierto. Son las 05:30h de la mañana.

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