July 28, 2009


28 de summertime 2009


Querido diario de abordo:

Hoy me he hecho a la mar. Me he levantado con ganas de nadar, de bucear, de sentir la arena bajo mis pies y de tener el cuerpo pegajoso de sal; así que lo primero que he hecho esta mañana ha sido bajar a las obras que hay debajo de casa con el cubo de fregar y el recogedor y afanar tres calderetas de arena fresca. Como he madrugado bastante no estaban los obreros aún, por lo que me ha resultado un hurto relativamente fácil. Una vez que he tenido la arena en mi poder le he puesto el tapón a la bañera y he distribuido la arena por el fondo, acumulando una mayor cantidad en la parte derecha, para poder clavar la sombrilla y no coger una insolación. Me ha costado un poco conseguir que la toalla no se moviera ya que la brisa marina de primera hora aprovechaba el más mínimo descuido para levantarla y poner todo perdido de arena. Al final, ayudado del bote de crema, el flotador de Pocoyó, la mochila, el móvil y la nevera portátil he conseguido domesticar la toalla.

A continuación, después de embadurnarme de crema de arriba abajo he abierto el grifo hasta que el agua llegaba más o menos por la mitad, mojándome sólo los pies, y en esa postura tan cómoda me he puesto a leer el periódico quedándome dormido a los diez minutos escasos. Al despertarme el calor ya apretaba bastante y he decidido darme un chapuzón para bajar la temperatura corporal. El agua estaba buenísima, ni fría ni caliente y como no había mucha gente he podido nadar a mis anchas, acercándome hasta el rompeolas que quedaba a la derecha, desde el que me he tirado de carpa un par de veces, arriesgando mi vida ya que al estar la marea baja podría haberme roto la crisma fácilmente contra las rocas. Por fortuna no ha pasado nada e incluso me ha parecido recibir algún aplauso de los pescadores que estaban en el espolón cercano, seguramente impresionados por mi elegante estilo.

A los treinta minutos de estar en el agua me he dado cuenta de que se me empezaban a arrugar las yemas de los dedos y me he salido a tomar el sol otro rato, y cuando empezaba a secárseme el bañador me he notado algo raro; al agua le faltaba salinidad, no se me quedaban los pelillos blancos ni me tiraba la piel de la cara cuando sonreía, simpático, a las mozas que paseaban por la orilla de la playa. He dejado el periódico a una lado y me he acercado al chiringuito más cercano. Al barman lo de la Cocacola le ha parecido normal, pero cuando le he preguntado si me podía vender una paquete de sal se ha quedado un tanto sorprendido. Le he dicho que le pagaba lo que quisiera, pero que tampoco abusara. Seis euros por una lata de Cocacola y un paquete de sal, con el precio que llevan las cosas en las zonas turísticas no me ha parecido muy caro. Me he bebido la Cocacola de un trago, que el nadar da mucha sed y me he vuelto a la toalla. Antes de tumbarme he vertido con disimulo el paquete de sal en el agua y la he removido un poco con los pies, para que se disolviera y para evitar que si pasaba algún cangrejo por allí en esos momentos no se quedará en salazón para el resto de sus días.

Lo de estar tumbado al sol mucho rato no me acaba de convencer, y a eso de las once menos algo ha venido una familia con sus tres hijos, la suegra, por parte paterna, y los tíos del pueblo, un matrimonio que era la primera vez que veían el mar, y han instalado el campamento a dos palmos de mi perímetro de seguridad. Cuando me han dado el tercer pelotazo me he levantado, he cogido dos hojas del períodico, las he unido con un escupitajo, he doblado la macropágina resultante cual maestro de la papiroflexia, me he construido un yate de seis metros de eslora y me he hecho a la mar. Agarrado al timón y dejándome guiar por unas cartas de navegación que me echaron el otro día en el buzón como si fueran propaganda, he puesto rumbo a los mares del sur.

Y hasta hace cinco minutos que he distinguido los destellos del faro en la lejanía y he decidido poner rumbo a casa, que para ser el primer día ya estaba bien, aunque allá en alta mar, rodeado de delfines y cantos de sirena se estaba de maravilla.

En fin, mañana más.

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