September 12, 2008


El Hamlet de Juan Diego Botto


Por más vueltas que le doy a lo del teléfono de ayer no le encuentro explicación; los cuchicheos y los comentarios pasen, es verdad que en el XVI/XVII la gente comía en el teatro y se hablaba y se hacía de todo menos mirar lo que pasaba encima del escenario, pero lo del móvil... y dos veces a la misma señora, que debía de tener a alguien muy preocupado por su paradero o si no no se entiende.

Y los cuchicheos del tipo «¿Tú oyes algo?»«No se oye nada...», pues pruebe usted a callarse y así a lo mejor los demás sí que oímos y la próxima vez vaya antes a la taquilla y pida primera fila, por ejemplo.

En fin.

La obra bien. No había visto un Hamlet completo si exceptuamos la película de Mel Gibson, y para decir si está bien o muy bien, tendría que tener algún elemento con el que comparar. No es lo mismo Hamlet que las actuaciones de los McClown. Aquí como el texto es bueno, a poco decentemente que lo hagan los actores se salva la papeleta. Y aquí la salvan bastante bien. Lo malo de que sean actores tan conocidos es que el Rey de Dinamarca se parece un huevo a uno que salía en «Periodistas», pero se hace un ejercicio de abstracción mental y se supera ese trauma.

El vestuario y la ambientación no tienen nada que ver con la Dinamarca medieval, pero funciona bien.
¡Cuán fatigado ya de todo, juzgo molestos, insípidos y vanos los placeres del mundo! Nada, nada quiero de él, es un campo inculto y rudo, que sólo abunda en frutos groseros y amargos. ¡Que esto haya llegado a suceder a los dos meses que él ha muerto! No, ni tanto, aún no ha dos meses. Aquel excelente Rey...
Duda que son de fuego las estrellas,
duda si al sol hoy movimiento falta,
duda lo cierto, admite lo dudoso;
pero no dudes de mi amor las ansias.
Y esto por nadie: por Hécuba. Y ¿quién es Hécuba para él, o él para ella, que así llora sus infortunios?
Ser o no ser, ésta es la cuestión. ¿Cuál es más digna acción del ánimo, sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta, u oponer los brazos a este torrente de calamidades, y darlas fin con atrevida resistencia? Morir es dormir. ¿No más? ¿Y por un sueño, diremos, las aflicciones se acabaron y los dolores sin número, patrimonio de nuestra débil naturaleza?... Este es un término que deberíamos solicitar con ansia. Morir es dormir... y tal vez soñar.
Me ha gustado, claro que gran parte de culpa la tiene el autor.

Y en un plano más mundano del análisis, tres detalles. Sale Juan Diego Botto a escena, suspiran las jovencitas y algunas que no lo son tanto. Sale Jose (sin acento) Coronado a escena, suspiran las maduritas y alguna que no llega a serlo. Sale Marta Etura a escena, y Ofelia se convierte en el centro del universo.

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