July 31, 2008


La querida Eva de Gustavo Martín Garzo


Al principio estuve tentado de dejarlo, qué lentitud, cuánto detalle en las descripciones, nunca pasa nada, me duermo al cabo de leer tres páginas... con lo bueno que pensaba que era Gustavo Martín Garzo, ¡qué decepción!

Pero de repente la historia cambia, se acelera, pasan cosas.

Un quinceañero, Daniel, y Alberto, otro quinceañero, conocen un verano en Valladolid a Eva, otra quinceañera. Y pasa lo que suele pasar en estos casos y más siendo verano, surge el enamoramiento. Los chicos se quedan prendados de la chica, y la chica se fija más en uno de los chicos. Lo normal.

Acaba el verano. Pasan los días, los meses... Uno de los chicos se pone a estudiar medicina. El otro no. La chica desaparece de sus vidas.

Pasan los años. Treinta nada menos.

El chico, ahora el hombre, que había estudiado medicina se encuentra en un congreso de médicos a una chica, Eva, la Eva del verano, que también había estudiado medicina, urología para ser exactos. Y se reconocen, y van a cenar, y hablan de sus vidas presentes y beben, y hablan de sus vidas pasadas. Y más cosas, que el libro tiene 250 páginas largas y yo no soy quien para reventar aquí la historia.

Dos frases, me voy a permitir citar dos frases, eso sí.
Una de corte romántico:
...esa noche aprendí algo que ya no olvidaría nunca, aunque, como es lógico, en ese instante jamás habría podido formularlo como voy a hacer ahora. Aprendí que el amor es lo que no podemos tener en la vida.

La segunda de corte menos poético:
Sus piernas y brazos me rodeaban como las ramas de un árbol. El árbol del bien y del mal. Estaba muy húmeda y tomando mi pene lo dirigió a su vagina. No llegó a introducírselo. Cuando parecía que por fin iba a hacerlo, lo retiraba. Así una y otra vez, como cuando un animal juega con otro más pequeño..

Y me voy a permitir también recomendarlo, por estas dos frases y por muchas más frases que hay en sus páginas, porque es una historia maravillosa, romántica, triste, divertida, muy divertida, esperanzadora.

Y porque al final, lo único que queda meridianamente claro, es que en este mundo es imprescindible saber inglés, eso ya lo he dicho yo más de una vez.

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Quizá haya algún tesoro / muy dentro de mi entraña. / ¡Quién sabe si yo tengo / diamante en mi montaña / o tan sólo un pequeño pedazo de carbón! / Los árboles del bosque de mi isla / sois vosotros, mis versos.

Salen los niños alegres / de la escuela, / poniendo en el aire tibio / de abril canciones tiernas. / ¡Qué alegría tiene el hondo / silencio de la calleja! / Un silencio hecho pedazos / por risas de plata nueva.


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