September 09, 2007
Cinco panes de cebada
Tenía entonces sólo veintiún años, y quizá por eso me sentí tan decepcionada cuando supe que mi destino era un pueblo.El último libro del verano si nada lo remedia, Cinco panes de cebada, pretendía ser un libro de autoayuda, un libro que según un comentario en el foro de educaragon, le había sido útil a alguien cuando a principio de curso le mandaron a un destino que no esperaba, pero no ha sido para tanto.
Muriel es una chica que acaba de terminar la carrera de magisterio, y cuando pensaba que su destino iba a estar en una gran ciudad, rodeada de modernidades, se encuentra en una escuela de pueblo que está casi en ruinas, con gente que parece no apreciar su trabajo, más interesados en que el escolano trabaje en el campo cuando haga los catorce que en que se pase los días delante de un libro. Pero poco a poco la cosa va cambiando, a mejor, claro.
No resulta muy actual (el señor cura, y los títulos de la biblioteca son para echar a correr y no parar), porque ahora los CRAs, CRIETs, CPs, SIES, IES o como los quieran llamar, tienen todos su calefacción y muchos sus pizarras digitales o sus iPods, pero sí que te transporta a mediados de los setenta, con sus seiscientos y la gente viajando con las gallinas en el coche de línea.
Pero a la vez tiene algo que engancha, para pasar un par de tardes entretenido es muy recomendable.
libros, LIJ
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Quizá haya algún tesoro / muy dentro de mi entraña. / ¡Quién sabe si yo tengo / diamante en mi montaña / o tan sólo un pequeño pedazo de carbón! / Los árboles del bosque de mi isla / sois vosotros, mis versos.
Salen los niños alegres / de la escuela, / poniendo en el aire tibio / de abril canciones tiernas. / ¡Qué alegría tiene el hondo / silencio de la calleja! / Un silencio hecho pedazos / por risas de plata nueva.
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