June 18, 2006
Se va haciendo uno mayor
Siempre he intentado cumplir la ley, aunque no siempre lo he conseguido.
No empecé a beber ni a fumar hasta los 16 años, que en aquel tiempo marcaban la entrada al mundo pernicioso. Puede que me adelantara un par de días, ya que la fiesta de fin de curso de 1990 no recuerdo si fue un poco antes o después de mi cumpleaños. Recuerdo que aquel día sorprendí al camarero de Pachá (mítico local en la calle Sevilla) pidiéndome una ginebra con hielo, que supongo me duraría toda la tarde-noche.
Lo de fumar empezó un poco más tarde, a la vuelta de vacaciones. Celebrando un cumpleaños alguien sacó un paquete de Camel y llevado por la euforia cervecera me costó poco aplicarme un cilindro entre los labios. La cosa no hubiera ido a más si un día, a la semana siguiente, no sé aún qué me empujó, no me hubiera metido en un estanco a comprarme un paquete de Lucky Strike. Por aquel entonces no me fumaría más de un cigarro al día y a veces ni eso, hasta que a principios del 92 la cosa se disparó, y ya no ha habido forma de dejarlo.
¿Por qué cuento esto? Porque mañana, de manera más o menos exacta, se puede decir que me he fumado media vida, y la intención era, desde hace tiempo, dejarlo tal día como mañana. Pero me parece que tendré que posponerlo, no sé si estoy preparado. Siempre puedo alargarlo hasta principios de septiembre (fecha más cercana a la real), aunque no podré dejar de pensar que cada día que pase inclinará la balanza de días con o sin humo a favor de los primeros. Y no me gusta nada.
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No empecé a beber ni a fumar hasta los 16 años, que en aquel tiempo marcaban la entrada al mundo pernicioso. Puede que me adelantara un par de días, ya que la fiesta de fin de curso de 1990 no recuerdo si fue un poco antes o después de mi cumpleaños. Recuerdo que aquel día sorprendí al camarero de Pachá (mítico local en la calle Sevilla) pidiéndome una ginebra con hielo, que supongo me duraría toda la tarde-noche.
Lo de fumar empezó un poco más tarde, a la vuelta de vacaciones. Celebrando un cumpleaños alguien sacó un paquete de Camel y llevado por la euforia cervecera me costó poco aplicarme un cilindro entre los labios. La cosa no hubiera ido a más si un día, a la semana siguiente, no sé aún qué me empujó, no me hubiera metido en un estanco a comprarme un paquete de Lucky Strike. Por aquel entonces no me fumaría más de un cigarro al día y a veces ni eso, hasta que a principios del 92 la cosa se disparó, y ya no ha habido forma de dejarlo.
¿Por qué cuento esto? Porque mañana, de manera más o menos exacta, se puede decir que me he fumado media vida, y la intención era, desde hace tiempo, dejarlo tal día como mañana. Pero me parece que tendré que posponerlo, no sé si estoy preparado. Siempre puedo alargarlo hasta principios de septiembre (fecha más cercana a la real), aunque no podré dejar de pensar que cada día que pase inclinará la balanza de días con o sin humo a favor de los primeros. Y no me gusta nada.
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Quizá haya algún tesoro / muy dentro de mi entraña. / ¡Quién sabe si yo tengo / diamante en mi montaña / o tan sólo un pequeño pedazo de carbón! / Los árboles del bosque de mi isla / sois vosotros, mis versos.
Salen los niños alegres / de la escuela, / poniendo en el aire tibio / de abril canciones tiernas. / ¡Qué alegría tiene el hondo / silencio de la calleja! / Un silencio hecho pedazos / por risas de plata nueva.