March 08, 2006
Desde el Instituto
Los miércoles acabo a 5ª, algo de agradecer, aunque no es uno de los peores días. Dos terceros y un primero, además, a uno de los terceros ha venido Michelle, la auxiliar de conversación que tenemos en el Instituto, así que hoy no ha sido un día demasiado duro. ¿Qué impresión se llevará cuando vuelva a Escocia de cómo funcionan las cosas aquí? ¿Qué contará? ¿Le quedarán ganas de volver viendo lo que hay por aquí? Ella se prepara las clases con toda la ilusión, cosas actuales, nada de gramáticas ni modales ni condicionales ni pasados simples ni continuos; hace tres semanas sobre la música, y hoy sobre juegos de ordenador, y a esta gente les da lo mismo. No sé qué les puede interesar mínimamente. Los porros tal vez, aunque alguno parece que ya está en un estadio superior. Eso sí que les interesa, se conocen una terminología accesible solamente a los iniciados, una jerga propia de camellos y gente del ramo. Y tienen como mucho 15 o 16 años.
Y luego están los otros, los que te piden que les dejes toda la hora para estudiar el examen que tienen a la hora siguiente, como si sirviera de algo, y además estudian a voz en grito, nada de cada uno con sus apuntes o su libro delante y leyendo con un mínimo de concentración. No. El que más grita o el que más veces se levanta, gana. Y si les dices que no, que se estudia en casa y que no vale de nada estudiar media hora antes del examen, y que incluso puede ser peor, se meten las cosas debajo de la mesa, y en cuanto te giras miran de reojo los apuntes, así que no se enteran de una cosa ni de la otra.
Pues eso, que hay días que si no me da por pensar lo llevo bastante bien, pero como me de por darle vueltas a la cabeza y pensar en lo poco que trabajan y en lo poco que estudian, me pongo malo. Porque en cada clase hay dos o tres que se salvan, y aunque sólo sea por esos... si no más de una vez me saldría por la puerta y los dejaría allí sentados. Y ellos tan contentos.
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Y luego están los otros, los que te piden que les dejes toda la hora para estudiar el examen que tienen a la hora siguiente, como si sirviera de algo, y además estudian a voz en grito, nada de cada uno con sus apuntes o su libro delante y leyendo con un mínimo de concentración. No. El que más grita o el que más veces se levanta, gana. Y si les dices que no, que se estudia en casa y que no vale de nada estudiar media hora antes del examen, y que incluso puede ser peor, se meten las cosas debajo de la mesa, y en cuanto te giras miran de reojo los apuntes, así que no se enteran de una cosa ni de la otra.
Pues eso, que hay días que si no me da por pensar lo llevo bastante bien, pero como me de por darle vueltas a la cabeza y pensar en lo poco que trabajan y en lo poco que estudian, me pongo malo. Porque en cada clase hay dos o tres que se salvan, y aunque sólo sea por esos... si no más de una vez me saldría por la puerta y los dejaría allí sentados. Y ellos tan contentos.
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Quizá haya algún tesoro / muy dentro de mi entraña. / ¡Quién sabe si yo tengo / diamante en mi montaña / o tan sólo un pequeño pedazo de carbón! / Los árboles del bosque de mi isla / sois vosotros, mis versos.
Salen los niños alegres / de la escuela, / poniendo en el aire tibio / de abril canciones tiernas. / ¡Qué alegría tiene el hondo / silencio de la calleja! / Un silencio hecho pedazos / por risas de plata nueva.