May 30, 2016
Las cuatro emes
Hace unos años, tampoco muchos, no os creáis, a mí Madrid ni me iba ni me venía. Bueno, más bien debería decir que era contrario. Contrario a todo lo que tuviera que ver con la capital del reino.
Soy del Barcelona desde que tengo uso de razón, digamos que desde que estaba a punto de cumplir los 12 y el Zaragoza nos derrotaba con gol de Rubén Sosa en la final de Copa de aquel año '86. Luego vinieron los éxitos futbolísticos del Dream Team, algún viaje, el amor a distancia, los juegos olímpicos, algún otro viaje... Y parecía que el mundo giraba teniendo como eje la Avinguda Diagonal.
Pasó el tiempo y aquello se fue enfriando, pero en el hipotético caso de que me hubieran dado a elegir entre una visita guiada a la Ciudad Condal o a la del Pirulí, yo lo seguía teniendo claro. ¡BCN forever!
Hasta que hará un lustro, aproximadamente, me empezó a interesar lo que pasaba en Madrid. Sería el casting aquel que no salió bien; enterarme de que Javier Marías vivía en la Plaza Mayor; la Gran Vía, 32; la Feria del Libro; comprender que Madrid no es lo mismo que el Madrid; o simplemente que uno crece, madura, abre su mente y cambia de opinión.
Así que ahora ante la hipotética elección tendría dudas. Solo he estado dos veces, que son pocas, y si de la primera volví encantado, con la segunda me habría empadronado allí. Imagino que no es lo mismo pasar cinco días haciendo turismo que vivir allí de continuo, pero me parece una suerte poder disfrutar de una oferta cultural tan variada, con museos, exposiciones, presentaciones y sobre todo teatro. Lo del teatro en Madrid no tiene nombre. O tiene muchos.
Luego están las calles, los paseos y las avenidas, aunque avenidas con ese nombre creo que hay pocas. Y los edificios, que merecerían otra entrada aparte.
Y por último la gente: más de tres millones de personas moviéndose de aquí para allá. Alucinante coger el metro cada mañana y no cruzarte nunca con la misma persona. O cruzarte con tres mil nuevas caras por cada una que te suene.
Como dice el título, me mola mogollón Madrid.
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Soy del Barcelona desde que tengo uso de razón, digamos que desde que estaba a punto de cumplir los 12 y el Zaragoza nos derrotaba con gol de Rubén Sosa en la final de Copa de aquel año '86. Luego vinieron los éxitos futbolísticos del Dream Team, algún viaje, el amor a distancia, los juegos olímpicos, algún otro viaje... Y parecía que el mundo giraba teniendo como eje la Avinguda Diagonal.
Pasó el tiempo y aquello se fue enfriando, pero en el hipotético caso de que me hubieran dado a elegir entre una visita guiada a la Ciudad Condal o a la del Pirulí, yo lo seguía teniendo claro. ¡BCN forever!
Hasta que hará un lustro, aproximadamente, me empezó a interesar lo que pasaba en Madrid. Sería el casting aquel que no salió bien; enterarme de que Javier Marías vivía en la Plaza Mayor; la Gran Vía, 32; la Feria del Libro; comprender que Madrid no es lo mismo que el Madrid; o simplemente que uno crece, madura, abre su mente y cambia de opinión.
Así que ahora ante la hipotética elección tendría dudas. Solo he estado dos veces, que son pocas, y si de la primera volví encantado, con la segunda me habría empadronado allí. Imagino que no es lo mismo pasar cinco días haciendo turismo que vivir allí de continuo, pero me parece una suerte poder disfrutar de una oferta cultural tan variada, con museos, exposiciones, presentaciones y sobre todo teatro. Lo del teatro en Madrid no tiene nombre. O tiene muchos.
Luego están las calles, los paseos y las avenidas, aunque avenidas con ese nombre creo que hay pocas. Y los edificios, que merecerían otra entrada aparte.
Y por último la gente: más de tres millones de personas moviéndose de aquí para allá. Alucinante coger el metro cada mañana y no cruzarte nunca con la misma persona. O cruzarte con tres mil nuevas caras por cada una que te suene.
Como dice el título, me mola mogollón Madrid.
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