June 16, 2015


De amuletos y exámenes


Aún me pregunto cómo lo hice para aprobar las dos asignaturas que aprobé el primer curso de la carrera, una en junio y otra en septiembre. Debió de ser alguna conexión astral pero con interferencias. Así que cuando en segundo encadené una serie tampoco muy larga de victorias consecutivas lo achaqué a un jersey de rombos y lana gorda que me inspiraba de manera sobrenatural. En tercero serían unos calcetines, en cuarto un vaquero, en la EOI una pulserita de cuero. Hasta que me di cuenta de que lo importante no era el hábito sino las horas que se había pegado el monje repasando los textos. Y que en junio un jersey de lana gorda, con bermudas y sandalias y calcetines no acababa de gustar.

Ahora que estoy al otro lado he visto a gente, poca, estas cosas se llevan en secreto, que tiene sus rituales para invocar a la musa de la sabiduría. Siempre empiezo por la pregunta tres, uso siempre el mismo bolígrafo, me santiguo antes de empezar, llevo una pata de conejo en el bolsillo a la que me encanta acariciar... Pero lo del jueves pasado no lo había visto nunca.

Entré en clase, repartí el examen y escuché unas risitas.
—¡Qué bien! —pensé—. Les ha gustado antes incluso de empezar.
Me senté en la silla y se volvieron a reír.

Unos paseos pasillo arriba pasillo abajo, vuelta a la silla y a la normalidad. Siempre hay uno que mira al techo, otro a la pared. Incluso hay gente que busca la inspiración en el infinito. Una tos y risitas otra vez.

Al infinito precisamente estaba yo mirando cuando de debajo de una mesa apareció una cabeza de pitbull gigante seguida de su correspondiente cuerpo.
—¡Joder! —exclamé—. ¡Ya sé de qué os reíais!

La versión oficial que contó la propietaria fue que había perdido las llaves de casa y ante la imposibilidad de dejarlo al cargo de alguien y después de estar dando vueltas con él toda la mañana, lo había montado al coche y se lo había traído a clase. Con una bolsita de galletas perrunas para que no se alterara.

Yo sinceramente creo que era su amuleto. O eso, o que me lo iba a azuzar si el examen le parecía muy difícil.

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Quizá haya algún tesoro / muy dentro de mi entraña. / ¡Quién sabe si yo tengo / diamante en mi montaña / o tan sólo un pequeño pedazo de carbón! / Los árboles del bosque de mi isla / sois vosotros, mis versos.

Salen los niños alegres / de la escuela, / poniendo en el aire tibio / de abril canciones tiernas. / ¡Qué alegría tiene el hondo / silencio de la calleja! / Un silencio hecho pedazos / por risas de plata nueva.


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