July 16, 2008


Un bazar a cuestas


Hasta los guardias jurados que hay en la puerta de la Expo sienten curiosidad. Después del bolso de la Reina de Inglaterra y la mochila de Labordeta (la de Pocholo fue un fenómeno más efímero), mi mochila sigue despertando admiración y asombro.

¿Qué llevará de tanto valor dentro para no quitársela haga frío, llueva o haga calor? ¿Para qué se la llevaba al instituto además de la cartera con las carpetas, los libros, los bolis y los exámenes? ¿Tiene fondo? ¿Es su capacidad infinita? ¿Pesa tanto como parece? ¿La habrá lavado alguna vez? ¿Duerme con ella? ¿Le ha puesto nombre?

Éstas y más preguntas del mismo tipo se suele hacer la gente con la que me cruzo. Y hoy, casi dos años después de comprármela, se va a desvelar el secreto. Al fin podrá la humanidad dormir tranquila.



De izquierda a derecha y de arriba abajo nos encontramos:

1. La cartera de los Beatles. Con las tarjetas, el dinero, los carnés... Es tan gorda y abulta tanto que no se puede llevar en un bolsillo.
2. Dos bolis Uniball Signo Micro 207. Uno azul claro y otro negro. No los uso mucho, pero dan un toque intelectual al conjunto.
3. Una toalla de bar Heineken. Recuerdo de Salou, vacaciones de principios de los '90; digamos que la cogí prestada una noche, y nunca más me acordé de devolverla. La llevo siempre encima para que el día que vuelva al bar, dejarla, pero hasta el momento no se ha dado la ocasión.
4. Un sobre de pastillas de menta extra fuertes Fisherman's Friend. Combaten el mal aliento y refrescan el garganchón. En mi última expedición he descubierto que son perfectas para crear saliva en casos de nerviosismo extremo y aliviar la consiguiente sequedad bucal.
5. Un bote de Veplus (sin gas) para limpiar las gafas. Necesita ir acompañado de un trozo de papel de cocina para secar los cristales, pero el de hoy era un poco vergonzoso y ha preferido quedarse olvidado dentro de uno de los numerosos bolsillos de la mochila.
6. Un fajo de gomas. De distintos grosores, resistencias y colores, para hacer mis experimentos estilo McGyver.
7. Dos paquetes de tabaco. Nobel para más señas, uno a punto de acabarse y otro sin empezar; por aquello de que hombre prevenido vale por dos, no me vaya a entrar el mono y no haya ningún estanco cerca.
8. Cuatro pilas. Dos parejas de diferente tamaño, para el reproductor de mp3 y para la cámara de fotos. Van dentro de una bolsa para que no se pierdan y para que no choquen entre ellas y se produzca una terrible explosión.
9. Un diskette de 3'5 pulgadas. Una reliquia de la informática que no sé ni que lleva dentro, etiquetas o facturas del taller, imagino. La chapa protectora está doblada así que fácil que no lo pueda averiguar.
10. Una figura de un pitufo con un regalo. Esto no tiene explicación. Bueno, me lo encontré por casa un día, lo metí en la mochila, y hasta hoy. Como ni se queja ni se marea y se porta bastante bien, ahí sigue, viendo mundo.
11. El teléfono móvil. Un SonyEricsson K610i rojo, con cámara de megapixels, vídeos, música, alarmas, acceso a internet... vamos, como todos. Pero le tengo un cariño especial, y eso que a veces le falla el altavoz y no suena cuando llaman.
12. Un paquete de MiniCards de Moo. Una chorrada de esas de las que te encaprichas y luego no tienen ninguna utilidad. En principio son para repartirlas por ahí a modo de tarjeta de visita, pero como que no. Aún me quedan 88 de 100.
13. La mochila propiamente dicha. Un modelo del Coronel Tapiocca, con mucho bolsillo y tres chapas reivindicativas en el exterior. Del roce se empieza a desgastar y muestra los primeros síntomas de rotura.
14. Dos folios (plegados en cuatro partes). Con las cuentas y los gastos de las fiestas del pueblo del verano pasado. Ni sabía que estaban ahí.
15. La cámara de fotos. Una Nikon Coolpix L4. 4 megapixels y más de 4000 disparos. Pequeña y versátil, me acompaña a todos los sitios a los que voy. Tiene unos años, pero sigue respondiendo a la perfección.
16. Un bote de vaselina perfumada sabor frambuesa. Para cuando en invierno se te cortan los labios.
17. Un preservativo (sin usar). Control Adapta 4U, para dar toda la infirmación. Perfecto cuando en una expedición hay que vadear un río: se mete la cámara de fotos dentro, se le hace un nudo en la parte que no es la punta, y ya no hay peligro de que la máquina se estropee con el agua. Impermeabilidad asegurada.
18. Cámara de vídeo. Sanyo Xacti VPC-CG65EX. Mi más reciente adquisición tecnológica. 6 megapixels de resolución, pequeña, manejable. Una maravilla por 200,00€.
19. Un juego de llaves para la bicicleta. Dos destornilladores (estrella y plano) y cinco llaves Allen (de distintos tamaños) por si hay que hacer de mecánico en mitad de una contrarreloj o subiendo el Mortirolo.
20. Una memoria Flash Samsung de 2GB. Aquí llevo las aplicaciones portátiles para no dejar rastro, exámenes, alguna foto...
21. Un cuaderno de notas cortesía de la Fnac. Es el complemento ideal de los bolis para darle un toque intelectual al contenido mochilero. Hay dibujos, ocurrencias, escritos... y muchas hojas en blanco.
22. El pase de temporada de la Expo. Mejor dicho, la funda de cartón. La tarjeta propiamente dicha, después de hacer unas consultas, he comprobado que está en casa, que vaya susto me he llevado mientras preparaba la escenografía.
23. Un espejo. Procedente de unas manualidades de mi etapa de EGB cuando nos hicieron construir un periscopio, no es para hacer como la madrastra de la Bella Durmiente y mirarme cada diez minutos. También tiene que ver con McGyver y la fotografía.
24. Carné de conducir o Permiso de Conducción según la terminología oficial. Obtenido en 1994, expedido en 2004 (es el modelo rosa viejo tipo periódico) y válido hasta 2014. Categoría B, restricción 01.
25. Reprodutor de mp3. Creative MuVo TX FM 128MB. Para oír el disco Love de los Beatles y repasar los monólogos del teatro mientras haces otra cosa. O para oír la radio en los viajes de larga distancia en autobús.
26. Dos encendedores. Uno amarillo mostaza de propaganda y uno morado BIC. Siempre es útil llevar dos, por si falla uno no tener que molestar a los viandantes preguntándoles si llevan fuego y en caso afirmativo rogarles si son tan amables de permitirte encender un cigarro con su llama.
27. Un libro. Mi querida Eva, de Gustavo Martín Garzo. Aunque para completar la intelectualidad que aportan los bolis y el cuaderno, el libro es perfecto, no suelo llevar libros. Pero viendo el panorama hoy se me iba a hacer larga la mañana y así aprovecho para hacer alguna lectura veraniega.
[28. Otra cámara de fotos. Nikon D40. «La grande» para los amigos. Pero como el que se mueve no sale en la foto, pues no se la ve, claro (que dirían los de Madrid).]

Y ya está. Eso es todo. Creo que no me olvido nada. Básicamente es eso, aunque puede haber ligeras variaciones dependiendo del día y la hora. Tres paquetes de tabaco en vez de dos, una cámara de fotos solamente, las llaves de casa, los boletos de la primitiva... la tarjeta del bus... detalles insignificantes y que no aportan nada al contenido básico.

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Posted @ 22:55 by | Permalink |
Comentarios:
Hola!
Yo también llevo muchas cosas a cuestas. Creo que alguna debe estar faltando en tu bolso como los anteojos, no?

Hasta pronto,
 
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Quizá haya algún tesoro / muy dentro de mi entraña. / ¡Quién sabe si yo tengo / diamante en mi montaña / o tan sólo un pequeño pedazo de carbón! / Los árboles del bosque de mi isla / sois vosotros, mis versos.

Salen los niños alegres / de la escuela, / poniendo en el aire tibio / de abril canciones tiernas. / ¡Qué alegría tiene el hondo / silencio de la calleja! / Un silencio hecho pedazos / por risas de plata nueva.


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