November 15, 2006
Dieci anni fa
Tal día como hoy de 1996, aunque era miércoles 13 de noviembre, cosas del calendario, estaba en Venezia, cosas de ser Erasmus.
Llegué a Padova el 29 de octubre, después de 20 horas de viaje en autobús, que se dicen pronto pero se hacen muy largas. Barcelona-Padova, cortesía de Eurolines, y no en un vehículo GrandClass precisamente. Nos salvó que viajábamos poca gente y tocábamos a dos asientos por persona, en los que daba para torcer el cuello o estirar las piernas un rato.
En principio tenía que acudir al Ufficio Erasmus, pero a las dos de la tarde, cargado con dos maletas estilo «baúl de la Piquer» y sin un mapa que llevarme a los ojos lo mejor era llamar a un taxi. ¿Me lleva al Collegio Don Mazza? L'italiano è facile e divertente, pero durante el trayecto ni respiré. Cuando llegué a lo que iba a ser mi domicilio ya habían comido, así que enseguida conocí a los que iban a ser mis vecinos de residencia, colegio mayor o como lo querais llamar. Peio Campo y Jon Asín, de Pamplona; José Cantó, natural de Cocentaina; Alexandre Gorelov, de la lejana y fría Rusia; el suizo Urs Gredig; Florian Peters, alemán nacido en Estados Unidos y que tendría el inmenso honor y placer de compartir su habitación conmigo; Fleur Gremmen, belga si mal no recuerdo; tres ingleses, Ed Parry, Richard O'Brien y Briony Pope; algunos italianos (Michele Busetti, Alberto Erbisti) y así como fueron pasando los días llegaría una alemana, Nicole Stieb; el angoleño David dos Santos... Toda una experiencia conocer a tanta gente y tan variada.
Aquella tarde, después de una siesta reparadora, fuimos a jugar un partido de «calcetto», y como en el norte tienen horario europeo casi llegamos tarde a la cena (delicioso «minestrone», del que no volvería a repetir en toda mi estancia allí).
Y después... ¡¡Fiesta!!
No se podía dejar escapar la primera ocasión de entrar en contacto con la vida nocturna padovana, aunque fuera en un apartamento de estudiantes. Allí conocí a Eva Castro y Beatriz González, venidas desde Madrid; y a más belgas, americanos, italianos, algún otro español, georgianos... Y todo esto en las primeras veinticuatro horas.
Y a partir de entonces un montón de días por delante, un montón de clases, de fiestas, de salidas nocturnas, de pizzas, de pasta en todas sus variantes, otro viaje a Venecia. Un montón de días en los que pasaría de todo, pero todo bueno.
Technorati Tags: Personal, erasmus, Italia
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Llegué a Padova el 29 de octubre, después de 20 horas de viaje en autobús, que se dicen pronto pero se hacen muy largas. Barcelona-Padova, cortesía de Eurolines, y no en un vehículo GrandClass precisamente. Nos salvó que viajábamos poca gente y tocábamos a dos asientos por persona, en los que daba para torcer el cuello o estirar las piernas un rato.
En principio tenía que acudir al Ufficio Erasmus, pero a las dos de la tarde, cargado con dos maletas estilo «baúl de la Piquer» y sin un mapa que llevarme a los ojos lo mejor era llamar a un taxi. ¿Me lleva al Collegio Don Mazza? L'italiano è facile e divertente, pero durante el trayecto ni respiré. Cuando llegué a lo que iba a ser mi domicilio ya habían comido, así que enseguida conocí a los que iban a ser mis vecinos de residencia, colegio mayor o como lo querais llamar. Peio Campo y Jon Asín, de Pamplona; José Cantó, natural de Cocentaina; Alexandre Gorelov, de la lejana y fría Rusia; el suizo Urs Gredig; Florian Peters, alemán nacido en Estados Unidos y que tendría el inmenso honor y placer de compartir su habitación conmigo; Fleur Gremmen, belga si mal no recuerdo; tres ingleses, Ed Parry, Richard O'Brien y Briony Pope; algunos italianos (Michele Busetti, Alberto Erbisti) y así como fueron pasando los días llegaría una alemana, Nicole Stieb; el angoleño David dos Santos... Toda una experiencia conocer a tanta gente y tan variada.
Aquella tarde, después de una siesta reparadora, fuimos a jugar un partido de «calcetto», y como en el norte tienen horario europeo casi llegamos tarde a la cena (delicioso «minestrone», del que no volvería a repetir en toda mi estancia allí).
Y después... ¡¡Fiesta!!
No se podía dejar escapar la primera ocasión de entrar en contacto con la vida nocturna padovana, aunque fuera en un apartamento de estudiantes. Allí conocí a Eva Castro y Beatriz González, venidas desde Madrid; y a más belgas, americanos, italianos, algún otro español, georgianos... Y todo esto en las primeras veinticuatro horas.
Y a partir de entonces un montón de días por delante, un montón de clases, de fiestas, de salidas nocturnas, de pizzas, de pasta en todas sus variantes, otro viaje a Venecia. Un montón de días en los que pasaría de todo, pero todo bueno.
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Quizá haya algún tesoro / muy dentro de mi entraña. / ¡Quién sabe si yo tengo / diamante en mi montaña / o tan sólo un pequeño pedazo de carbón! / Los árboles del bosque de mi isla / sois vosotros, mis versos.
Salen los niños alegres / de la escuela, / poniendo en el aire tibio / de abril canciones tiernas. / ¡Qué alegría tiene el hondo / silencio de la calleja! / Un silencio hecho pedazos / por risas de plata nueva.