August 29, 2006
La vuelta al cole
Está el curso a punto de empezar. Mientras los padres buscan en el fondo de sus billeteras algún euro suelto con el que pagar libros, lápices, grafos, gomas, plumieres y uniformes, otros nos devanamos la sesera y hacemos infinitos cálculos estadísticos para elegir el destino que a primera vista nos parece más acertado.
Salir con el dorsal 108 en una carrera en la que sólo los primeros 95 tienen premio no es muy alentador, pero siempre queda la esperanza de que alguien se retire, sea descalificado por dopaje o una desafortunada lesión le impida tomar parte en la competición.
Yo siempre he sido una persona mimética (¿Tú qué quieres? ¿Y tú? Bocadillo de sobrasada y queso. Vale, yo también; Bueno, ¿qué pedimos? Una caña. Yo otra. Sí, una caña, pero yo con limón. Vale, yo también...) y para tomar una decisión siempre me ha ido bien que alguien marcara el camino a seguir. Por eso llevo dos días con doce hojas con todas las vacantes encima del escritorio, marcando, eligiendo, tachando, clasificando, ordenando y volviendo a tachar. ¿Qué es mejor? ¿Una media jornada cerca de casa o una jornada completa en un lejano valle pirenaico? ¿Estaría mejor en un remoto pueblo turolense o en el instituto donde estudié, dando alguna clase de Lengua española? ¿No es preferible trabajar el curso completo en el mismo sitio que cambiar cada mes y medio de IES? ¿Un centro grande o pequeño? ¿Lo malo conocido o lo bueno por conocer?
Me quedan apenas 24 horas para decidirme. Seguro que de esos 95 luego nadie se retira, ni se lesiona ni hace trampa, y dentro de quince días me veo en la misma tesitura. Ahora, que si estudiara un poco más, estas cosas no me quitarían el sueño. La solución es sencilla.
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Salir con el dorsal 108 en una carrera en la que sólo los primeros 95 tienen premio no es muy alentador, pero siempre queda la esperanza de que alguien se retire, sea descalificado por dopaje o una desafortunada lesión le impida tomar parte en la competición.
Yo siempre he sido una persona mimética (¿Tú qué quieres? ¿Y tú? Bocadillo de sobrasada y queso. Vale, yo también; Bueno, ¿qué pedimos? Una caña. Yo otra. Sí, una caña, pero yo con limón. Vale, yo también...) y para tomar una decisión siempre me ha ido bien que alguien marcara el camino a seguir. Por eso llevo dos días con doce hojas con todas las vacantes encima del escritorio, marcando, eligiendo, tachando, clasificando, ordenando y volviendo a tachar. ¿Qué es mejor? ¿Una media jornada cerca de casa o una jornada completa en un lejano valle pirenaico? ¿Estaría mejor en un remoto pueblo turolense o en el instituto donde estudié, dando alguna clase de Lengua española? ¿No es preferible trabajar el curso completo en el mismo sitio que cambiar cada mes y medio de IES? ¿Un centro grande o pequeño? ¿Lo malo conocido o lo bueno por conocer?
Me quedan apenas 24 horas para decidirme. Seguro que de esos 95 luego nadie se retira, ni se lesiona ni hace trampa, y dentro de quince días me veo en la misma tesitura. Ahora, que si estudiara un poco más, estas cosas no me quitarían el sueño. La solución es sencilla.
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Quizá haya algún tesoro / muy dentro de mi entraña. / ¡Quién sabe si yo tengo / diamante en mi montaña / o tan sólo un pequeño pedazo de carbón! / Los árboles del bosque de mi isla / sois vosotros, mis versos.
Salen los niños alegres / de la escuela, / poniendo en el aire tibio / de abril canciones tiernas. / ¡Qué alegría tiene el hondo / silencio de la calleja! / Un silencio hecho pedazos / por risas de plata nueva.