August 03, 2006
Mi hermana Inma
Mi hermana Cristina es pequeña, aunque hoy hace 29 años que la conozco. Es mi hermana pequeña aunque tiene los pies grandes. La culpa la tiene el dedo gordo, que es muy largo. Todos los zapatos los rompe por el mismo sitio, parece que se pase el día dándoles patadas a las piedras. El verano pasado lo pasó mal. Una tarde, al llegar a casa después del trabajo, no paraba de llorar. ¿Qué te ha pasado? ¿Te han despedido? ¿Te han gritado? ¿Has hecho algo mal? Entre sollozos nos explicó que en el autobús alguien había gritado, ¡Aghhh! ¡Aquí hay dos gusarapos! Y las cinco personas que tenía alrededor los habían matado a pisotones.
Mi hermana se pasa el día entre gorras. Tuvo que dejar de estudiar porque se dormía en clase. Y aunque no ronca, a los profesores no les hacía mucha gracia que en una de las cabezadas que daba se le partiera el cuello, se le soltara la cabeza y montara un numerito en el instituto. Ahora trabaja en una gorristería. Si no fuera por ella los policías locales, nacionales, rurales, los guardias civiles, los mossos, los legionarios, los militares generales, los militares comandantes, los militares numerarios, incluso el militar rey, todos, llevarían la coronilla negra como un tizón. A veces se trae trabajo a casa y aprovechamos para disfrazarnos. Nos ponemos una gorra cada uno y nos empezamos a dar órdenes a voz en grito. Ha habido noches, cuando cada uno lleva gorras diferentes, que nos las hemos pasado en vela tratando de coordinar nuestras actividades o contrastando información.
A mi hermana le habría gustado llamarse Inma. Nadie sabe la razón y ella no es capaz de darnos una explicación convincente. Yo, como me gusta tenerla contenta, la llamo Inma muchas veces, a todas horas. Inma para arriba, Inma para abajo, Inma que si esto, Inma que si lo otro. En realidad lo hago para ver si un día se harta, se cansa y me manda a la mierda con tanta Inma... A mí me gusta mucho más Cristina que Inma.
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Mi hermana se pasa el día entre gorras. Tuvo que dejar de estudiar porque se dormía en clase. Y aunque no ronca, a los profesores no les hacía mucha gracia que en una de las cabezadas que daba se le partiera el cuello, se le soltara la cabeza y montara un numerito en el instituto. Ahora trabaja en una gorristería. Si no fuera por ella los policías locales, nacionales, rurales, los guardias civiles, los mossos, los legionarios, los militares generales, los militares comandantes, los militares numerarios, incluso el militar rey, todos, llevarían la coronilla negra como un tizón. A veces se trae trabajo a casa y aprovechamos para disfrazarnos. Nos ponemos una gorra cada uno y nos empezamos a dar órdenes a voz en grito. Ha habido noches, cuando cada uno lleva gorras diferentes, que nos las hemos pasado en vela tratando de coordinar nuestras actividades o contrastando información.
A mi hermana le habría gustado llamarse Inma. Nadie sabe la razón y ella no es capaz de darnos una explicación convincente. Yo, como me gusta tenerla contenta, la llamo Inma muchas veces, a todas horas. Inma para arriba, Inma para abajo, Inma que si esto, Inma que si lo otro. En realidad lo hago para ver si un día se harta, se cansa y me manda a la mierda con tanta Inma... A mí me gusta mucho más Cristina que Inma.
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Quizá haya algún tesoro / muy dentro de mi entraña. / ¡Quién sabe si yo tengo / diamante en mi montaña / o tan sólo un pequeño pedazo de carbón! / Los árboles del bosque de mi isla / sois vosotros, mis versos.
Salen los niños alegres / de la escuela, / poniendo en el aire tibio / de abril canciones tiernas. / ¡Qué alegría tiene el hondo / silencio de la calleja! / Un silencio hecho pedazos / por risas de plata nueva.