July 05, 2006
Amare
No lo he podido evitar. Le he dado veinte vueltas, vergonzoso que es uno, pero es que no cuesta nada mandar un mensaje y quedar bien. Treinta y tres años no se cumplen todos los días, y ahora es la única forma que tengo de decirle que me acuerdo de ella como mínimo un par de veces al día.
En el fondo no deja de ser un acto egoista. Sabía que si me contestaba, acaba de hacerlo, me iba a alegrar lo que queda del día. De haberlo pensado antes se lo hubiera mandado a primera hora.
¿Y ahora qué? ¿Le contesto? ¿La llamo?
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Quizá haya algún tesoro / muy dentro de mi entraña. / ¡Quién sabe si yo tengo / diamante en mi montaña / o tan sólo un pequeño pedazo de carbón! / Los árboles del bosque de mi isla / sois vosotros, mis versos.
Salen los niños alegres / de la escuela, / poniendo en el aire tibio / de abril canciones tiernas. / ¡Qué alegría tiene el hondo / silencio de la calleja! / Un silencio hecho pedazos / por risas de plata nueva.