April 25, 2013


El chirriante caso de Aleksándar Sâncz


Nunca le había dado clase a un robot. Imagino que droides, androides y quizá algún dron se me habrán colado en clase en estos últimos años, pero ha avanzado tanto la tecnología que no los he sabido distinguir de los alumnos convencionales.

En el caso de Aleksándar empezamos a sospechar algo a la tercera semana de curso y a la vez en tres asignaturas diferentes. En inglés era algo instintivo.
    —Julia, haz tú la segunda frase, bonica —decía yo.
    ¡Clanc! ¡Clanc! ¡Clanc! ¡Clonc!
    —Have you got friends from Ecuador? —saltaba Aleks antes de que Julia hubiera movido un labio.
    —Aleks, ¿tú te llamas Julia?

Anna, la profesora especialista en animales, plantas y microorganismos vivos me insinuó sus sospechas durante el primer recreo del miércoles.
    —Hay un chico de tu tutoría, uno rubio muy movido que contesta siempre —me dijo—. Cuando le preguntas y cuando no.
En la clase de ciencias sociales a don Antonio le pasaba lo mismo. Aún no has acabado de formular la pregunta, estoy en mitad de la explicación del climograma tipo mediterráneo y ya está él anticipándose a mí y al resto. —¡Clanc! ¡Clanc! ¡Clanc! ¡Clonc!— Es insufrible y llevamos dos días como quien dice.

En estos tres últimos meses hemos intentado frenar sus impulsos esperando que después de las vacaciones volviera cambiado, menos tenso y más pasivo, pero castigos, premios, charlas y trabajos no han surtido efecto. Hace unos días nos reunimos de urgencia el equipo docente y tomamos por unanimidad la fatídica decisión: «Hay que pasar al plan B».

Ya me dijo la maestra de primaria que si no aprendía a controlarse tendría problemas. Verá... Todo empezó el día que Aleksándar cumplía seis años. Era sábado, y para celebrarlo decidimos irnos los cuatro a pasar el día a la playa, a Vinaròs. Ya sabe, el trabajo en la granja es duro, apenas tenemos vacaciones y hay que darse una alegría de vez en cuando. Una paella, un baño, un poco de sal pegada al cuerpo. A los chicos les va bien cambiar de aires, pisar la arena dicen que es sano y Aleks no había visto nunca el mar. A mi marido no le gusta conducir de noche, pero no había forma de sacar a los chiquillos del agua y se nos hizo un poco tarde. El viaje fue bien hasta que llegamos a Mòra. Cansados de estar todo el día por ahí en danza, a los dos les costó dormirse pero al final cayeron rendidos. Al salir de la autopista Aleks se despertó con ganas de miccionar. Mamá, me estoy meando. Paramos el coche un poco más adelante, en mitad de un camino de tierra para no entorpecer la circulación y él echó a correr hacia uno de los helicópteros que había por allí. Ya se habrá dado cuenta de que en el fondo es muy tímido y le da vergüenza según que cosas.
    —Sí, todo lo que tiene de rápido lo tiene también de tímido.

Nosotros nos quedamos en el coche esperando, mirando por la ventanilla, que entraba una brisa muy buena. De repente vimos un resplandor que salía de detrás de los molinos y tardamos en reaccionar, la verdad. Mi marido echó a correr asustado, llamándolo con todas sus fuerzas. Ghergory y yo nos quedamos en el coche, sin saber qué hacer. Ghergory es el mayor, que acabó de estudiar el año pasado, pero no se le parece en nada. Ahora a ver si encuentra trabajo. Además del resplandor de detrás del molino venía también un zumbido sordo, como cuando estás en la cama y todo está en silencio y lo único que se oye es la nevera que está en marcha, que como se te meta ese ruido en la cabeza tardas en dormirte un rato. No sé si me entiende lo que le digo.
    —Perfectamente, señora. En el pueblo tengo yo una del mismo modelo que la suya.

No sé cuánto rato pasaría, pero se nos hizo muy largo. Cuando volvieron al coche, no dijeron ni una palabra, se sentó cada uno en su sitio, arrancamos y nosotros tampoco nos atrevimos a preguntar, pero yo fui todo el viaje inquieta, preocupada. Me parece que cuando salimos de Vinaròs llevábamos la radio encendida, pero el resto del viaje lo hicimos en el más absoluto silencio. Llegamos a casa, les preparé un ColaCao a los chiquillos y nos fuimos todos a dormir. Yo caí enseguida y ellos también.
    —Lo normal en estos casos.

Nunca le he preguntado a mi marido qué pasó detrás del molino aquel, qué vieron, qué había, de dónde salía aquel zumbido sordo como cuando estás en la cama y todo está en silencio y sólo se oye la nevera en marcha, de dónde salía aquella luz cegadora, quiénes eran ni qué pinta tenían. Pero estoy segura de que aquella noche a mi hijo pequeño me lo raptaron los extraterrestres, no encuentro otra explicación lógica. Cuando hemos ido al médico de cabecera a hacerle la revisión no le han encontrado nada nunca, pero cada día tengo más claro qué pasó aquel veintiséis de junio de hace ya ocho años. Detuvieron el tiempo a nuestro alrededor, lo subieron a su nave nodriza, lo maniataron, le implantaron toda clase de mecanismos e inteligencias artificiales y antes de que acabaran su malévola labor, llegó mi marido, se vieron descubiertos y nos lo devolvieron a medio hacer. Por eso cada vez que alguien le pregunta algo, en clase, ya me lo dijo la maestra del colegio, por la calle o cuando estamos viendo un concurso cultural en la televisión, se le dispara el brazo como un resorte y se oye el ¡clanc! ¡clanc! ¡clanc! ¡clonc!

Muchas veces me pregunto qué sería ahora de nosotros si mi marido se hubiera tropezado en una piedra y les hubiera dado tiempo de acabar su obra maestra, a apretar cuatro tornillos. ¿Sabe usted cuánto hace que no sale de este pueblo alguien digno de mención? ¿Un ingeniero, un ciéntifico? ¿Un genio? ¿Un poeta?

ENTRADAS RELACIONADAS:
Cinco zagales y un bicharraco.
El colorido caso de Frankie «Red» Salmone.
Oda de guardia.
Res-sis-ti-mos.
No solo sino también.

Labels: , , , ,

Posted @ 18:06 by | Permalink |
Comentarios: Post a Comment



<< Home




Quizá haya algún tesoro / muy dentro de mi entraña. / ¡Quién sabe si yo tengo / diamante en mi montaña / o tan sólo un pequeño pedazo de carbón! / Los árboles del bosque de mi isla / sois vosotros, mis versos.

Salen los niños alegres / de la escuela, / poniendo en el aire tibio / de abril canciones tiernas. / ¡Qué alegría tiene el hondo / silencio de la calleja! / Un silencio hecho pedazos / por risas de plata nueva.


-------------------
Name: SRG
Location: Aragón
De perfil...

pregunta, pregunta

tutorías personalizadas

todas las convocatorias

La foto de la pizarra

entre clases y guardias

últimas clases

en el recreo

cursos anteriores

asignaturas

la inspección educativa

bibliografía recomendada

sala de profesores

el claustro

auxiliares de conversación

material didáctico