May 06, 2008


El increible misterio de los menús diarios


La semana pasada...

Mejor dicho, hace unas cuantas semanas en un curso de esos vespertinos con los que nos ganamos unos míseros minipuntos para las oposiciones, nos descubrieron la clave de la felicidad.
El curso era sobre inteligencia emocional; el ponente nos sometió a una sesión de relajación, nos habló del Ying y el Yang, nos fue llevando poco a poco a su terreno, y cuando nos soltó a eso de las siete y pico de la tarde, nos tenía a todos convencidos.

¿Qué pasa con los alumnos conflictivos? Que no se alimentan bien. ¿Qué nos pasa a los adultos conflictivos? Que no comemos bien. ¿Por qué tenemos miedo, ansiedad? Por comer dulces y chocolate a tutiplén. La solución: comer pan, arroz, pasta, cereales, patatas y beber agua. ¿Y lo emocional dónde queda exactamente? En tener a alguien que te quiera, que también ayuda a ser normal. Así que la base de la alimentación es esa, mucho arroz y luego, alguna vez, un plátano, unas acelgas, un tomate; de vez en cuando unas sardinetas, unas chuletitas a la brasa, un huevo; y los embutidos y los dulces, mejor dejarlos para las comuniones y las bodas.

Y no es que lo haya descubierto yo ni nos lo descubriera el conferenciante, cualquiera puede echarle un vistazo a una pirámide nutricional y fijarse en qué está en la base y qué está en el vértice superior.



A las pocas semanas nos repartieron en el instituto (a las criaturas, pero uno es peor que ellos y no paró hasta hacerse con un ejemplar) unos dípticos, ¿Qué como yo? [.pdf] como en la foto, nada que ver con Pocoyó, la mar de elegantes donde había que apuntar qué se comía en cada una de las comidas del día. A mi el díptico se me quedaba un poco corto puesto que sólo iba de lunes a viernes, así que me fabriqué otro [.pdf] y empecé a apuntar. Las cosas si se hacen hay que hacerlas bien.

Y todo este rollo anterior tiene como única finalidad justificar el que la semana pasada hiciera públicos y notorios los siete menús diarios con los que me deleité el paladar (L, Ma, Mié, Juev, Viern, Sábado, Domingo), porque si al menos hubiera sacado alguna conclusión del tipo hay que comer más de ésto y menos de aquello, abusas de las manzanas... (yo qué se) o hubiera puesto la receta de algunos platos aún habría tenido el misterio alguna mínima utilidad, ¿pero así?

Pues pasar el tiempo, que en algo hay que gastarlo.

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Quizá haya algún tesoro / muy dentro de mi entraña. / ¡Quién sabe si yo tengo / diamante en mi montaña / o tan sólo un pequeño pedazo de carbón! / Los árboles del bosque de mi isla / sois vosotros, mis versos.

Salen los niños alegres / de la escuela, / poniendo en el aire tibio / de abril canciones tiernas. / ¡Qué alegría tiene el hondo / silencio de la calleja! / Un silencio hecho pedazos / por risas de plata nueva.


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